martes, 12 de abril de 2011

Capítulo 2.

"Se acerca un poco y me susurra al oído, muy bajito..."


Sus labios rozan fugazmente mi oreja y un escalofrío me recorre todo el cuerpo mientras me dice: "Nunca serás como ellas, no tendrás sus modales ni su gracia al bailar, ¿por qué no vuelves al campo, que es donde perteneces?"
Sentí como me ponía roja, pero no de vergüenza, si no de odio, frustración y rencor hacia él. Era un hipócrita, esos no eran los modales de un caballero.
Después de cenar, nos retiramos todos los presentes a nuestras habitaciones; me despojé del pesado vestido y me puse un sencillo camisón blanco que encontré en el guardarropa.
Por la mañana, después de un ligero desayuno, Ryan escogió a algunas de las chicas para pasear y conocerse mejor. Por supuesto fueron de una en una.
El resto del día transcurrió tranquilamente, con lentos paseos a través del jardín real y apacibles horas de lectura.
Después del acostumbrado baile y la cena, la Reina le pide a su hijo que vaya a dar un lago paseo con alguna de sus invitadas.
El príncipe está indeciso, así que Isabelle, la reina, toma la palabra y me señala a mi como su acompañante.
Ryan pone mala cara y yo creo que tengo el estómago revuelto, pero me levanto elegantemente de la gran mesa del comedor y me dirijo hacia la puerta; él me sigue a poca distancia, salimos al jarin y comenzamos a pasear.
No coincidimos en ningún tema de conversación y al final decide sincerarse y contarme lo que sucede mientras nos sentamos bajo un gran sauce a la orilla de un río, cuyas ramas llegan hasta el suelo, por lo que quedamos ocultos de miradas imprudentes.
- No quiero esto, no quiero casarme y sobre todo no quiero ser rey, no quiero ser nada, solamente ser feliz.
- Yo tampoco,-confieso, algo tocada por su confesión- no quiero depender de nadie. Además, la simple idea de verme casada contigo...
- ¡NO!- exclama alterado- eso nunca, antes elegirán a cualquier otra chica de la nobleza.
- Tienes razón, no tengo por qué preocuparme.
Decidimos volver, aunque el presentimiento de que algo malo no me abandonaba, estaba más tranquila después de la conversación que mantuvimos.
No lograba quitarme de la cabeza sus palabras " (...) antes elegirán a cualquier otra chica de la nobleza", pero al parecer Sus Majestades no opinaban lo mismo que si hijo, porque al volver y descubrir que todas las otras damas se habían ido esa misma tarde nos dijeron...

lunes, 11 de abril de 2011

Capítulo 1.

Releí otra vez la invitación, no podía creerme lo que ahí aparecía escrito; teóricamente era imposible que yo, una campesina pobre, fuese invitada al palacio real a conocer a los reyes y a su hijo.
Mis padres estaban eufóricos, enseguida empezaron con los preparativos para viajar ahí lo antes posible y que no pareciese que rechazábamos la invitación.
Yo no quería ir, eso solo podía significar una cosa, matrimonio,y ya se rumoreaba que los reyes querían casar a su hijo para concederle el poder. Lo extraño es que yo, fuese tomada en cuenta para eso.
La idea del matrimonio me aterrorizaba, no soportaría depender de un hombre el resto de mi vida, que el tome mis decisiones, que me delimite la vida; sé que eso es imposible, que tendré que casarme, pero preferiría hacerlo con mi mejor amigo, alguien de confianza, que sabe como soy y lo que me gusta, él me dejaría elegir, sin embargo es imposible: mis padres no lo quieren.
Mi madre escoge mi mejor vestido, que seguramente parecerá simple y pobre junto a los lujosos vestidos de las otras escogidas porque no era la única invitada, habría más, por lo menos diez. Era para que Sus Majestades escogiesen a la más bella, educada y modosa de todas para que se case con Ryan, el príncipe.
Nos encaminamos hasta la colina que lleva al palacio real, yo con mi vestido rojo, sencillo, con un simple encaje dorado en el corpiño ajustado y ligeros adornos azules claros en la falda, mis padres en un coche de caballos, pronto nos despediremos y yo tendré que seguir sola, a pie, hasta llegar a mi destino.
Me despido de mis progenitores, me subo ligeramente la falda y comienzo a subir la cuesta bastante empinada hasta la residencia.
Mucho más tarde entro en el palacio, soy presentada y me hacen entrar en un gran salón, ricamente decorado y muy bonito.Están tomando el té. Me fijo en las demás chicas, con sus vestidos lujosos, sus peinados perfectos y sus modales exquisitos y me miro a mi en un pequeño espejo que hay en la pared izquierda: tengo el vestido sucio y arrugado, de mi larga trenza solo queda un hilito de pelo sujeto por una cinta, el resto de mi roja cabellera vuela alrededor de mi cabeza como olas salvajes y tengo manchurrones de polvo en la cara.
Me dispongo a acercarme y sentarme junto a los demás sin llamar la atención y en ese momento tropiezo con el borde de mi falda, haciendo que casi me caiga al suelo y provocando que todas las miradas se fijen en mi; entonces lo veo, en medio de todas las invitadas, con una expresión de burla en su cara como si se echara a reír en cualquier momento, pero no lo hará porque el protocolo lo prohíbe.
Todas me miran con superioridad, excepto la Reina que me dirige una mirada compasiva y me acompaña a sus aposentos a elegir uno de sus vestidos para cambiarme y asearme un poco.
A la hora de la cena bajo y todas las miradas se vuelven a centrar en mí, pero no me importa porque estoy preciosa con un vestido azul cielo, con hilos dorados y un corpiño anaranjado; con el pelo recién lavado, sin recoger, simplemente adornado con una sencilla diadema y en el cuello luzco una preciosa cadenita, con un simple colgante en forma de flor.
Antes de cenar, bailamos. Ryan baila con todas nosotras, pero a mí me deja de última. Cuando su mano roza ligeramente la mía, me ruborizo y noto como todas las miradas están centradas en mí.
Se acerca un poco y me susurra al oído, muy bajito...